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viernes, 8 de noviembre de 2019

Laguna de Leandro: paisaje y leyenda de Humahuaca

Esta área protegida se ubica en el departamento de Humahuaca, a 12 kilómetros al sudeste de Iturbe y unos 22 km de la ciudad histórica de Humahuaca.



El monumento natural, abarca una superficie aproximada de 200 hectáreas, a 4170m.s.n.m.. La laguna y su entorno es una de las áreas importantes para la conservación de aves de todo el país.

Fue protegida bajo la figura de Monumento Natural mediante la Ley provincial 4203 del año 1985 simultáneamente con Laguna de Pozuelos. El objetivo de creación fue preservar el cuerpo de agua y el hábitat de la guayata y otras especies de aves de ambiente acuático.

La cobertura vegetal de la zona que rodea a la laguna es prácticamente nula y se reduce a pastizales de altura, en parte impactados por el pastoreo de los pequeños rebaños de los pobladores de la región.

La fauna más significativa la constituyen las aves, Se ha registrado la presencia de ejemplares de cóndor andino, flamenco austral, gaucho serrano, y otros.

Cuenta la gente del lugar que en las noches tormentosas cuando arrecia el viento, se suele oír el golpear de las piedras que Leandro tira, para rellenar la tierra que en mala hora cavó en su insensatez e irreverencia. Todo esto porque este espacio, además de sus hermosos paisajes, forma parte de una de las leyendas más importantes de la provincia: la leyenda de la laguna de Leandro.




“Hace cientos de años vivía en Queregua, un aborigen llamado Leandro, dedicaba sus días de trabajo y al cuidado de su familia. Leandro y su mujer vivían en una precaria choza típica de la época.

Leandro solía realizar largos viajes por sus tierras, sobre todo para vender los animales de su pequeña granja: llamas y ovejas.

En uno de sus viajes a Tres Morros conoció a un viejo arriero puneño, quien le contó que en los primeros tiempos de la conquista española habían llegado emisarios del Inca Atahualpa, pidiendo todo el oro y la plata que tuvieren para pagar su rescate. Cumplida su misión regresaban ascendiendo trabajosamente por la Quebrada de Humahuaca, con sus llamas cargadas al máximo, cuando se enteraron de que el Inca había sido muerto por los españoles. No deseando que los tesoros recogidos cayeran en poder de los enemigos, arrojaron sus cargas en las proximidades de una solitaria casi desconocida laguna, situada a unos 4170m.s.n.m. al noreste del pueblo de Humahuaca.

Leandro y su mujer no vivían tranquilos pensando en la forma de apoderarse del fabuloso tesoro, hundido en las serenas aguas de la laguna legendaria. Resolvieron que el único medio posible sería desagotarla, construyendo un zanjón de desagüe en la zona de más declive del terreno. Leandro puso manos a la obra.

Los días y los meses pasaban cuando una tarde de febrero comenzó a bramar el viento, se encrespó la laguna, bramó el trueno y emergió súbitamente del agua la figura de un formidable cuadrúpedo con las astas de oro puro. Tan aterrorizado estaba Leandro que ni siquiera podía moverse. Desaparecido el espantoso animal en las profundidades de la laguna, regresó a su casa. Juró que nunca volvería y que todo eso era un aviso del viejo Dios del cerro por su afán de destruir la laguna.

Sin embargo Leandro volvió a las andadas, y cuando se creía muy próximo al triunfo, apareció otra vez el terrorífico animal luciendo su cornamenta de oro. El animal, dirigiéndose una imagen centelleante, lo inmovilizó y lo fue atrayendo lentamente hacia el centro de la laguna hasta que desaparecieron tragados por el agua. Leandro pagó así, su temeridad y avaricia”.





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