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viernes, 16 de agosto de 2019

UN ESTILO DE VIDA DIFERENTE Colonia Menonita, Guatraché, La Pampa

En los últimos meses de 1986 llegaron al paraje Remecó, jurisdicción rural de Guatraché, La Pampa, unos 220 kilómetros al sur de Santa Rosa, con sus sombreros, su desconfianza, sus mamelucos y una forma de organización social que, dicen, atrasa varios siglos. Establecieron su colonia La Nueva Esperanza sobre un lote de 10 mil hectáreas, que dividieron en nueve campos, cada uno con un jefe.




Los menonitas trabajan de sol a sol y su actividad económica base es la producción láctea: el 95 por ciento de las familias tiene sus propias vacas lecheras y un tambo. Calculan que hay unas 5000 cabezas de ganado vacuno en toda la colonia, que producen entre 10 y 15 mil litros de leche diarios y varios centenares de terneras y novillos para faena al año.
Después de hacer el tambo matutino, con la salida del sol, los menonitas acarrean sus tarros repletos de leche hasta la vera del camino, donde serán recogidos por el carro enviado desde alguna de las tres queserías que hay en la colonia. Allí la leche se utiliza para producir quesos y la pasta de mozzarella que demandan muchas pizzerías porteñas. Cada quincena las queserías pagan en efectivo.





Si bien todas las familias realizan algún tipo de tarea agrícola, la mayoría de las parcelas están destinadas a pasturas para alimentar a las vacas lecheras y elaborar rollos, aunque en la colonia siempre hay cuadros de maíz, trigo y girasol. Algunos colonos siembran para cosechar y vender, pero la producción cerealera no representa una actividad económica de magnitud.
Una alternativa que los menonitas adoptaron en los últimos años es la apicultura.





La economía menonita resulta esencialmente capitalista y cada jefe familiar lleva adelante su propia empresa, con excepción de los que no tienen suficiente tierra y se emplean en las queserías, talleres o carpinterías. Por lo general, son empleados los más jóvenes de la comunidad, recién casados o a punto de serlo, ya que deben ahorrar para adquirir su tierra e independizarse del hogar paterno.
Para comercializar sus productos en el mercado convencional, los menonitas conformaron una asociación civil (La Nueva Esperanza), con CUIT único, para todos los productos que salen de Remecó. Cada miembro de la colonia posee las hectáreas que pudo comprar cuando se estableció y dirige su propio emprendimiento, sin intervención de la comunidad. Un proceso de colonización comienza con la compra de un campo, nunca inferior a 10.000 hectáreas, pagado con el dinero que ahorran entre las familias: cuando llegan al lugar, los colonos se distribuyen la superficie en forma proporcional a lo que cada uno aportó. En Remecó hay una gran diversidad: las parcelas más grandes son de 300 hectáreas y la más pequeña es de apenas 13. Actualmente, y ante la imperiosa necesidad de ampliar la colonia, los menonitas pampeanos se encuentran en proceso de migración hacia Santiago del Estero, donde ya tienen dos comunidades agrícolas.


Además del tambo, que cumplen en dos turnos de ordeñe, a la salida del sol y al ocaso, casi todos los grupos familiares sostienen alguna de las actividades económicas alternativas, como la metalurgia y la carpintería. Y todos los hogares tienen un taller con herramientas, donde producen silos, pinchos para rollos, carros y estructuras para sostener todo tipo de máquinas rurales e implementos agrícolas, que venden en una amplia zona.

En los últimos años los talleres han crecido y, actualmente, hay ocho empresarios menonitas dedicados a la fabricación de silos para vender fuera de la colonia. Aunque muestran una producción irregular y la mayoría todavía realiza trabajos por encargo, algunos ya alcanzaron dimensiones industriales. Es el caso de Bernardo Gerbrisch (31 años), que vive en el Campo 6 y es propietario de Metal Ber, marca que durante 2003 distribuyó más de 220 silos en La Pampa, Buenos Aires, Neuquén y Santa Fe. Y este año alcanzaron el promedio de un silo por día.



Hijo de Juan Gerbrisch, uno de los fundadores y primer gran constructor de silos que tuvo la colonia, Bernardo trabaja hasta con 12 empleados en su galpón de 10 por 17 metros, que planea duplicar el próximo año. "Tengo dos grupos electrógenos, tres casas y también compro y vendo todo tipo de herramientas y máquinas.

Bernardo nació en la colonia de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Tiene esposa y seis hijos, cultiva 100 hectáreas de trigo que vende como grano, es uno de los hombres que más viajan fuera de la colonia y uno de los pocos que no tienen tambo. Compra sus materiales directamente a Acindar y Siderar, y vende los silos estándar, de 60.000 kilogramos, a 5000 pesos, alrededor de un 18 por ciento más barato que en el mercado convencional.

Los muebles, que gozan de gran prestigio y se han distribuido ya a varias provincias, se fabrican con madera que los carpinteros obtienen de sus propios montes y que procesan con algunas herramientas compradas afuera o construidas por ellos mismos.
Este último es el caso de Isidro Neufeld (38), que montó sobre dos rieles una ingeniosa máquina para hacer tablas los troncos de caldén. "Yo mismo hice las puntas de la sierra y las soldé", explica, mientras muestra cómo hace funcionar esa especie de cortadora de fiambre gigante, con la toma de fuerza de su tractor. El mecanismo es tan precario como fácil de utilizar, y lo manejan con gran pericia hasta sus hijos más pequeños. "Podemos hacer mil tablas por día.



Tal vez sea esta asombrosa capacidad de trabajo uno de los rasgos más distintivos de los menonitas. Contra lo que suele pensarse, trabajar de sol a sol no es para ellos una imposición religiosa ni una obligación social, más bien representa una cualidad natural de su espíritu pionero. Una familia menonita construye su casa, elabora sus propios muebles, herramientas y utensilios, confecciona su ropa, produce la mayor parte de sus alimentos y hasta los juguetes para los niños.
Las mujeres menonitas cultivan huertas, crían aves de corral, chanchos y caballos, estos últimos como medio de locomoción porque sus creencias les impiden utilizar vehículos a motor, como no sean tractores, máquinas rurales o cualquier herramienta de trabajo. Tanto es así que tienen permitido usar la energía de sus grupos electrógenos para hacer funcionar cualquier herramienta, pero no para iluminar el interior de sus casas, lo que siguen haciendo con faroles o velas. Esa es una de las cosas que les gustaría cambiar.

Cuando tienen que movilizarse dentro de la colonia, los menonitas utilizan unos simpáticos carros con parabrisas, que ellos mismos fabrican en sus talleres, pintados de negro y tirados por dos caballos.
Hay sólo dos cosas que necesitan y no las confeccionan: sus zapatos y los clásicos sombreros; éstos son importados desde las colonias de Bolivia y México.



1 comentario:

  1. Quería saber si tienen algún lugar para alojarse un turista.

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