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martes, 6 de agosto de 2019

Increible historia de la iglesia de Lopez Lecube

INCREIBLE HISTORIA EN EL MEDIO DE LOS CAMPOS DE BS.AS. 
























Una promesa ante el reso para salvar su vida ante el ataque de los indios:

La iglesia Nuestra Señora del Carmen, en el partido bonaerense de Puán, cumplirá el mes de agosto 106 años desde su fundación, hecha por un estanciero en cumplimiento de la promesa que le hizo a la Virgen para que los salvara de un malón a principios del siglo pasado.

El templo fue inaugurado el 31 de agosto de 1913 en el pequeño pueblo de López Lecube, y se recorta nítido e imponente en medio de la llanura, como un ícono de la fe cristiana y de la promesa cumplida por el devoto que sobrevivió al ataque de los indígenas escondido en una cueva de vizcachas.
























El hacendado era Ramón Abraham López Lecube y pagó con sus fondos la construcción de la iglesia dedicada a Nuestra Señora del Carmen, cuya línea arquitectónica la hace semejante a ciertas catedrales construidas en ciudades europeas, lo que despierta curiosidad y admiración de los turistas.


"Mi abuelo fue un hombre visionario que llegó a Bahía Blanca en 1880, luego de confiarle a su amigo Julio Argentino Roca sus inquietudes de venir a colonizar el sur del país", relató Alejo López Lecube, nieto de aquel famoso estanciero.

Por intermedio de Roca, contó, a su abuelo le otorgan unas 50 mil hectáreas de campo, entre lo que hoy son las localidades puanenses de Pelicurá, López Lecube, Piedra Echada y Estela.





 
















A su antepasado no le fue fácil delimitar esas grandes extensiones, a donde sólo se llegaba a caballo, y en las que existía serio peligro de ser atacado por malones. Debido a que no conseguía peones, al hombre "se le ocurrió ir a las escasas comisarías que había en Bahía Blanca y sacaba a detenidos por delitos menores como contravenciones o riñas y se los llevaba al campo a trabajar", relató el nieto.

Con esa gente, López Lecube construyó una especie de rancho grande y cada noche dormía en una esquina distinta para despistar a los indios "bomberos" (espías).

En una de los malones nocturnos de los indígenas fue herido de un lanzazo en su pierna y pese a la lesión, López Lecube cabalgó los 100 kilómetros que lo separaban de Bahía Blanca con su pierna atada a la cincha del animal.

No fue la única vez que su vida corrió peligro, porque poco después, durante una recorrida por el campo junto a su mayordomo y otros peones, ocurrió el episodio que desencadenó en la fundación de la iglesia.

"Era un atardecer cuando mi abuelo y los peones estaban por llegar al rancho y de pronto divisan a lo lejos un malón que venía hacia ellos. No alcanzaron a llegar y todos salieron
 disparando en distintas direcciones"




   
Entonces, ante el ataque de los aborígenes, el estanciero se ocultó en una vizcachera y pasó allí toda la noche, mientras oía cómo los indios destruían, robaban ganado y saqueaban el rancho.

El entrevistado afirmó que "del mayordomo y los otros dos peones, nunca más se supo de ellos, pero no es difícil intuir qué pasó con sus vidas". Mientras estaba oculto, "mi abuelo, que era muy devoto de la Virgen del Carmen, le prometió que si salvaba su vida construiría en ese mismo lugar una iglesia con lo que mejor pudiera", dijo Alejo López Lecube.

El hombre sobrevivió y tardó diez años en levantar el edificio, pero la iglesia se construyó con los más caros y mejores materiales que se podían conseguir en ese momento. Las imágenes religiosas fueron realizadas en mármol de Carrara y talladas por renombrados artistas del Viejo Mundo, como el italiano Vittorio Caradossi, y sus 14 vitrales proceden de Austria.

El templo cuenta con una sola nave central, sus pisos son de mosaico granítico y toda la madera existente en su interior es de cedro importado de Europa. En el bronce de una de las campanas de la iglesia se halla impresa una frase rubricada por el fundador: "confortado con la fe cristiana, llegué a estos campos el 8 de noviembre de 1.880, en los que labré mi felicidad".





La iglesia fue inaugurada el 31 de agosto de 1913 y a la ceremonia asistieron más de 300 invitados de toda esa región del sur bonaerense.

Ramón López Lecube fue uno de los primeros en introducir cabañas ovinas, bovinas y equinas en esa zona, donde crió animales de raza con los que obtuvo innumerables premios y galardones en la Sociedad Rural de Palermo. Además fundó tres famosas estancias en el sudoeste bonaerense: San Ramón y San Rafael, en adyacencias del pueblo que ahora lleva su nombre, y San Alejo, cerca de Pelicurá, que fueron establecimientos ganaderos modelos de la época.

El estanciero nació el 21 de abril de 1852 en la ciudad correntina de Goya, tuvo dos hijos -Alejo y Ramón-, falleció en Buenos Aires el 16 de mayo de 1920 a causa de una miocarditis y su cuerpo fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta.








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