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lunes, 23 de septiembre de 2019

VILLA OCAMPO, La casona muse de San Isidro, Buenos Aires




Con una fantástica vista a las Barrancas de San Isidro, Villa Ocampo es literatura, cultura, historia y más. Sus señoriales salones son el reflejo de una época y de una figura que hizo época en la cultura argentina. 


Un paseo que bien puede llevar toda una tarde y que si se da con sol, mucho mejor, para aprovechar los senderos que recorren su fantástico parque.
























Otra sugerencia: aprovechar las visitas guiadas que nos llevarán por cada una de las salas de la mansión, construida por su padre, el ingeniero Manuel Ocampo, e inaugurada en 1891 (informes@villaocampo.org). De estilo ecléctico, con elementos pintoresquistas ingleses, franco-victorianos, señales de composiciones renacentistas, elementos de inspiración medieval, y colores siena y ocre de estilo italiano.
























La casa tiene tres plantas de unos 450 m2 cada una, sótano y galería de 80 metros; un lugar mágico que conserva el recuerdo de la fundadora de la revista Sur en cada rincón. Es que sigue siendo una casa, más allá de las lógicas restricciones para las cerca de 30.000 personas que la visitan por año.

"Villa Ocampo no es un museo estático. Todo lo contrario. Hay muchísimos objetos en exhibición, pero aquí también se viene a tomar el té, a escuchar música clásica en el jardín, a los talleres de arte, a las presentaciones de danza. No tenemos salas de espectáculos porque perderíamos parte de nuestra esencia. Esto fue una casa y lo seguirá siendo", asegura Nicolás Helft, director ejecutivo de Villa Ocampo, que encabezó la puesta en valor de la residencia, iniciada en 2003, tras años de abandono."Todo esto se financia como debe costearse un proyecto cultural: un mix de aportes públicos y privados. La Unesco cubre los gastos de la casa, pero la programación cultural se sostiene por su cuenta, con las entradas y también con el aporte de patrocinantes, empresas".




























A partir de su minuciosa puesta en valor, la casa que la escritora donó en 1973 a la Unesco para la promoción, estudio, experimentación y desarrollo de la cultura, la literatura, el arte y la comunicación social, luce impecable. Sólo basta recorrer sus cuidados salones, observar los relieves de su fachada o disfrutar de las esculturas del parque: un escenario a cielo abierto que llegó a tener 10 hectáreas a fines del siglo XIX y hoy ocupa 10.000 metros, donde Borges posó para una foto cerca del legendario eucalipto; donde Wernher von Braun, uno de los más destacados diseñadores de cohetes espaciales del siglo XX, le contó a la dueña de casa cómo el hombre llegaría a la Luna, y donde Gabriela Mistral solía pasear para disfrutar de su rica variedad de especies.


























Dos aspectos suelen alentar la llegada de los visitantes: los que vienen enamorados de la mansión, donde Ocampo se instaló definitivamente en 1941, y los que se acercan por el personaje. Para éstos, la biblioteca, en el primer piso, con anaqueles del piso al techo, es una parada obligadísima. Se trata de la biblioteca personal de Victoria: más de 11.000 ejemplares que hacen imposible su exhibición completa, y que se puede consultar previa autorización a biblioteca@villaocampo.org

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