Las importantes aguas de estas termas son de indudable origen subvolcánico.
El peculiar magma que bajo ese bloque rocoso anidó entre las capas subterráneas durante millones de años hizo tanta presión que abrió una grieta entre los pliegues de la montaña. Así brotó la lava que corrió bajando por las laderas orientales y occidentales de las sierras de Fiambalá, pintando sus faldas, recubriendo con un engobe a veces multicolor sus quebradas y cada intersticio de la montaña.
La herida producida en el interior del cordón montañoso no se cerró y un día empezó a fluir desde las profundidades, agua en casi estado de ebullición. Desde siempre existieron “los baños” y ya nuestros pueblos de la antigüedad los conocían; sus jefes, caciques y curacas concurrían a aliviar sus males, dolores y cansancio en sus aguas “milagrosas”. Lo mismo ocurría en las “aguas calientes” y “las colchas” en el interior del valle de Hualán o Gualán (actualmente conocido como cráter del volcán Galán).
Esta vertiente surge en lo alto de la montaña, en la zona o región conocida por los geólogos como Alta Grande. Es granito mineralizado, derivado de un magma, que tiene relación con el foco ígneo (anomalía de temperatura que da origen a las aguas termales) y aún persiste a pesar de los millones de años que pasaron. Este “campo”, rodeado por otra zona de rocas metamórficas donde su altura más importante es el cerro Pabellón -3.354 msnm-, baja como si fuera un río o arroyo, hacia el poniente por una angosta quebrada, conocida como “De los árboles” franqueada al N por gigantescos paredones rocosos que caen a pique, con alturas de casi 100 m y hacia el S por un gredoso y áspero cordón montañoso. Esta quebrada tiene aproximadamente 1 km de largo, baja en un pronunciado desnivel hasta perderse rápidamente en el secadal arenoso de los médanos del valle de Fiambalá, casi al final de las mundialmente famosas dunas de Fiambalá, Saujil y Tatón. En el fondo de la depresión corre el bravío río Abaucán.
La naturaleza volcánica de muchas de las montañas, especialmente en la zona cordillerana y Puna (Tinogasta, Antofagasta de la Sierra y norte de Belén), dio como resultado el afloramiento de vertientes con aguas termales (aunque también hay algunas manifestaciones en el sudeste –Lavalle en Santa Rosa y San Martín en Capayán-).
Las aguas de las Termas de Fiambalá poseen una fuerte mineralización, fluyen –casi en estado de ebullición- de manera natural casi a los 2.000 msnm. Sus propiedades terapéuticas son muy interesantes y ampliamente difundidas: hipertermal, sódica sulfatada, silicatada, alcalina, bicarbonatada y clorurada. Recomendables para afecciones reumáticas y nerviosas por sus efectos relajantes y sedantes, también son consideradas para afecciones como la artritis, reumatismo, lumbago, limpieza de tejidos, drenaje de riñones y desintoxicación del organismo. Muchos afirman que el solo hecho de estar en un piletón casi natural de agua caliente, en medio de un paisaje tan exótico, es suficiente para sanar cualquier mal.
Desde principios del siglo pasado, este río termal de la quebrada fue de a poco sistematizándose. Primero fueron los habitantes de la zona los que concurrían a gozar de sus aguas purificadoras en los remansos que se formaban naturalmente. Luego, los encauzaron para formar piletones con las mismas piedras del lugar. La Municipalidad de Fiambalá intervino la zona, aprovechando el fuerte desnivel y conformaron piletones cuasi naturales y orgánicos, es decir respetando la morfología y los árboles existentes, bien diferenciados en función de las temperaturas del agua. Cada uno de esos piletones tiene descargas estrechas que van formando chorros de agua muy atractivos y gratificantes. Paralelamente desarrollaron infraestructura para que la estancia en el lugar sea placentera: mesas y bancos, quinchos, baños, vestuarios, servicio sanitario, dos cabañas bien equipadas y varios dormitorios para alojamiento.
No obstante, se subestimó o no se tuvo en cuenta las leyes de la naturaleza –sus designios inteligentes-. Fue así que la fuerza irrefrenable de la naturaleza, en la época estival, produce tormentas y lluvias que trae como consecuencia aludes en las quebradas importantes, entre ellas la “De los árboles”. Las consecuencias fueron de manual: arrasaron con todo lo que se interpusiera a su paso, es decir las construcciones. Esos aludes, que se repiten año a año, no solo dañan los bienes materiales, sino que ponen en serio riesgo las vidas humanas de los que allí se encuentran.
Todos los años la Municipalidad debe cerrar el ingreso a Las Termas para reparar los daños.
Esto lleva a una reflexión: hay que pensar no solamente en desarrollar el “complejo termal” en el lugar en el que se encuentra emplazado, sino que también deberían usarse las quebradas aledañas que son menos riesgosas. Esto nunca se hizo y se siguen cometiendo año tras año los mismos errores.
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