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jueves, 9 de enero de 2020

De regreso pasamos por La Cruz, Córdoba, Capilla Nuestra señora de la Merced

Es a principios del siglo XVIII cuando arrieros que transportaban ganado hacia San Luis atan unos leños en forma de cruz y los fijan en la tierra en homenaje a un compañero muerto por un rayo. Desde ese hecho el sitio pasó a ser conocido como "Paso de la Crucecita", "La Cruz del Río" y finalmente, como "La Cruz". 


De algunas décadas más tarde, a mediados del siglo XVIII, se atribuye que Don Marcelo caminaba lento e inmerso en sus pensamientos mientras el Río de la Cruz fluía cansino dejándole serenos sonidos que endulzaban sus oídos. Cristalinas aguas, delicadas sombras de los sauzales, algún pájaro jugueteando. Recapacitó en que, decididamente, la tarea de juntar leña lo ponía bien, eran momentos que disfrutaba. Absorto estaba en sus menesteres cuando lo sorprendió un "noque", un paquete de cuero enredado entre la resaca del río.




La curiosidad lo llevó a escudriñar en su contenido. La imagen de la Virgen de la Merced se descubría frente a sus ojos. Con una mezcla de temor y devoción la llevó a su casa y corrió en busca de un vecino para mostrarle su hallazgo. Sin embargo al volver a su hogar, la nueva sorpresa era que la Virgen ya no estaba donde la había dejado.

Aún dudando de los dichos de Don Marcelo, el incrédulo vecino aceptó acompañarlo al río de modo de conocer el sitio donde se había producido el descubrimiento. Paralizados quedaron los dos cuando la Virgen se presentaba frente a sus miradas en el mismo sitio, rodeada de la misma resaca, envuelta en el mismo "noque" de donde ya había sido una vez retirada.

Ambos partieron a caballo, con urgencia, hasta la Estancia de San Ignacio de los Ejercicios, para asesorarse con los Padres Jesuitas que allí se afincaban.

Ahora la Virgen tendría otro destino: las manos de los Jesuítas del lugar.



Fueron ellos quienes, al recibirla, sugirieron construir una capilla en el sitio del hallazgo. La humilde capilla de barro y paja, bajo su advocación, cobró vida convirtiéndose en el centro de convergencia de las primeras radicaciones.

La construcción se situó en el ángulo noroeste de la actual plaza de La Cruz. Tenía solo 3,00 m por 3,00 m, cimientos de piedra, paredes de adobe crudo, techo tradicional de paja y barro, con caída lateral al sud, puerta al este y ventanita al norte. Dentro de este pequeño santuario, cabía el cura, unas pocas personas y el resto debía permanecer afuera. Más de treinta años pasaron, cuando los jesuitas enviaron al Padre Moreno, para que se hiciera cargo de la feligresía.

Se habían construido, en diagonal al actual trazado, una serie de pequeños ranchitos que eran usados en los días de función, similares a los que existen en derredor de muchas capillas de la Provincia.

La Virgen de La Merced, había adquirido rango de verdadera Patrona, instituyendo los jesuitas la celebración de las fiestas patronales en el mes de septiembre, hecho éste, que se conserva hasta nuestros días.


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