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sábado, 6 de abril de 2024

Una fantástica obra de Salamone en Saldungaray, Buenos Aires


El Portal del Cementerio es una obra monumental diseñada por el arquitecto Francisco Salamone.

Es una manifestación de estilo Art Déco, reconocida a nivel internacional.

Construida por el artista Francisco Salamone, arquitecto italo-argentino, que vivió y trabajó en Argentina y realizó entre 1936 y 1940, más de 60 edificios en 25 municipios de Buenos Aires.





Ubicado en un amplio valle entre las Sierras de la Ventana y Pillahuincó, el cementerio se encuentra rodeado por el verde del campo y los grises de las sierras. La entrada es una gran rueda de cemento en la que se integran una cruz y la cabeza de Cristo. La Asociación de Turismo Comunitario del pueblo turístico de Saldungaray ofrece, a través de su centro de interpretación, información detallada sobre las obras salomónicas.





Salamone nació el 5 de junio de 1897 en Leonforte, en la región de Sicilia, Italia. Emigró a la Argentina entre 1903 y 1906 y junto a su familia se radicó en Buenos Aires. Cursó sus estudios secundarios en la Escuela Técnica Otto Krause donde se graduó como maestro mayor de obras, y continuó su formación en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad de Córdoba. En aquella ciudad fundó, junto a su hermano Ángel, una empresa constructora dedicada a la obra pública, en particular a la pavimentación urbana. En el año 1920 se recibió de ingeniero y en 1922 de ingeniero civil, ambos títulos otorgados por la Universidad Nacional de Córdoba. El título de ingeniero le permitió proyectar y dirigir obras de arquitectura, por lo cual en las obras se identificó como Ing. Arq. Francisco Salamone.

En Saldungaray, Salamone dejó su sello con cuatro obras: el cementerio, el mercado, el Palacio Municipal y el matadero (ya no existe). Quedé impactado particularmente con el cementerio. Entre el campo y las sierras y a orillas del rio Sauce Grande, un portal de 18 metros de diámetro, con un Jesucristo de formas geométricas en el centro del portal, impacta y mas aún viéndolo desde lejos. Llegué al mediodía, el portal es azul, le pegaba el sol y reflejaba —no brillaba o al menos no parecía brillar— la luz solar, que le daba una especie de profundidad mística, convirtiéndolo en un portal hacia el otro mundo.






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