Egaña y sus fantasmas
Para los amantes de los lugares abandonados y con historia, cerca de Rauch se levanta el Castillo de Egaña. Un pasado de lujo, muerte y mitos se transformó con el tiempo en un espacio de encuentro, entre paredes derruidas, sombras del lujo de antaño y el recuerdo de viejas rivalidades
Vista de cierta forma, la provincia de Buenos Aires es una especie de sembradío ideal para los interesados en las construcciones abandonadas y con cierto halo de misterio. Símbolos de días de gloria del pasado, que ahora apenas si logran mantener sus paredes en vertical. La lista va desde hoteles pomposos como el incendiado Club Hotel de la Ventana, en Villa Ventana, hasta el Boulevard Atlántico en Mar del Sur; o desde el castillo de la Amistad en Chascomús hasta el palacio San Souci, de Tandil. Una lista que sigue y se multiplica por cada rumbo que decidamos tomar.
En esa tensión infinita entre el olvido y el intento de rescate, en este trazado de viejos lujos decadentes de comienzos del siglo XX, la localidad de Rauch –a 270 kilómetros de Buenos Aires y camino a Tandil– atesora al Castillo San Francisco: una construcción ecléctica desde su arquitectura, a la vez magnética y misteriosa, en medio de un monte que la mantiene oculta hasta casi el momento en que se está frente a ella. Y detrás de esa primera vista, se abre un viaje a la historia y el mito en apenas una tarde de recorrida.
Abandonada hace años, la señorial mansión San Francisco se levanta en Egaña, un pueblo rural del partido de Rauch. Fue construida entre 1918 y 1930 y tenía 77 habitaciones, 14 baños, dos cocinas, mirador, terraza, balcones y un taller de carpintería.
Un halo de misterio y leyenda rodea el rincón más perturbador del partido de Rauch. En el paraje rural Egaña, a 25 kilómetros hacia el sur de la localidad cabecera, las tres plantas del castillo San Francisco se levantan como el testimonio de una lejana época de esplendor en la pampa húmeda.
Construida entre 1918 y 1930 por el arquitecto Eugenio Díaz Vélez con materiales transportados desde Buenos Aires y Europa, esta mansión de líneas eclécticas conserva el diseño de sus 77 habitaciones, catorce baños, dos cocinas, galerías, terraza, mirador, balcones y hasta un taller de carpintería. Alrededor florece el parque delineado por el reconocido paisajista Carlos Thays.
Poco después del fallecimiento del dueño antes de la inauguración, la finca fue administrada por su hija María Eugenia. Pero con el cambio de manos arrancó el proceso de decadencia y deterioro de las instalaciones, hasta que una ley sancionada en 1960 ordenó expropiar y transferir la propiedad al Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires.
En los años 60 y 70, el majestuoso edificio de San Francisco se transformó sucesivamente en hogar y granja del Consejo General de la Minoridad y en reformatorio, los pasos que precedieron a al abandono. En la actualidad, las paredes derruidas pasaron a ser un lugar de encuentro de turistas y curiosos, en medio de un grueso manto vegetal con más de 80 especies de árboles.
Los fines de semana y feriados entre las 10 y las 20, los visitantes suelen pasar largos ratos de reflexión y charla en el patio interno del castillo, donde funciona una casa de té, dulces y tortas caseras, un espacio reservado para la lectura y salas reacondicionadas para exposiciones itinerantes de artes plásticas y muestras de fotografía. Este gigante de piedra oculto en medio de la llanura pampeana también se presta para los paseos en bicicleta, salidas guiadas de senderismo y safaris fotográficos.
La recuperación de algunos sectores del castillo se debe a las iniciativas de la Dirección Municipal de Turismo de Rauch y el grupo de vecinos Por la Reconstrucción del Castillo, autoconvocados en 2010. Las leyendas que sobrevuelan cada rincón del castillo se entrecruzan con otro de los atractivos imperdibles que ofrece Rauch en la cabecera del distrito
Sin lugar a dudas un lugar para visitar, si estas cerca de Tandil, Azul o Olavarria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario