"Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas.!

sábado, 11 de marzo de 2023

PERLITAS VIAJERAS Lo bueno de viajar despasio, Azúl, Buenos Aires


Sin dudas en los viajes si te aventuras a recorrer caminos una buena opción es detenerte en cada lugar que llame la atención y conocer un poco mas, por eso digo que viajar despacio es la mejor opción a vces si lo haces rápido pasaste por alto un lugar que tiene mucho para conocer.

Uno de estos lugares el Boca de la Sierra en las cercanías de Azul. Un parador llamado de la misma forma y mas alla del paisaje de sierras hermoso, hay algo mas una serie de esculturas de hierro y lata, simulando una gran batalla.

 






Un malón de chatarra en el valle

En el bello paraje de Boca de la Sierra una notable obra del artista Carlos Regazzoni evoca los enfrentamientos entre cristianos y tribus de esa zona de frontera que fue el Azul desde su fundación hasta la culminación de la llamada conquista del desierto, en 1879.

Desde la fundación del Fuerte Federación en 1832, Azul fue lugar de contacto de la tribu del cacique Catriel con los cristianos que allí se establecieron. Durante varias décadas se produjo en la zona un intercambio cultural, económico y político entre ambos grupos. La impactante obra “El Malón”, de Carlos Regazzoni, emplazada en el paraje Boca de la Sierra, hace referencia a un aspecto de esas relaciones: la guerra, que como se sabe no es más que la continuación de la política por otros medios.





Para ver esta obra, erigida a base de chatarra, hay que tomar desde Azul la Ruta Nacional 226 en dirección a Tandil y desviarse en la provincial 30, la misma que lleva al Monasterio de los Monjes Trapenses. Una vez que se llega al flamante parador Boca de la Sierra, en el lugar en que comienza el cordón del Azul, perteneciente al sistema de Tandilia, se distingue este conjunto escultórico, que sorprende por su calidad y por su ubicación, tan apartada de los centros poblados.

Representa una batalla entre indios y cristianos. A medida que uno se acerca al pequeño valle entre las sierras, a lo lejos, se vislumbra una pelea de soldados de línea con sus uniformes azules y sus fusiles, contra indios que arremeten con sus lanzas. Hay escenas de violencia, 
degüello, caballos de carga, otros animales que huyen espantados, un cañón. Pero visto de más cerca lo que llama la atención son los detalles. Sorprende sobre todo reconocer los materiales utilizados. Se distingue entonces que las crenchas al viento del indio amenazante que se alza sobre su caballo, son en realidad burletes de automóviles. Allí se descubren escapes de motos, cuadros de bicicletas, engranajes que son ojos, pernos que son los dedos de los pies que asoman de las botas de potro que utilizaban ambos bandos.





El Azul de Catriel y la Gran Invasión

 Probablemente la obra de Regazzoni esté inspirada en la gran invasión de 1875, durante la cual la ciudad de Azul fue sitiada por los indios de Catriel y Namuncurá.

La dinastía de los Catriel era un grupo de los entonces llamados Pampas, asimilados a la cultura araucana y también influenciados por los cristianos con los que compartían la frontera sur. Desde la Fundación del Fuerte Federación –antecedente de la ciudad de Azul- en los tiempos de Rosas, la tribu de Juan Manuel Catriel -cuyo nombre ya está influido por la cultura de los blancos, y coincide con el del Restaurador- tuvo estrechas relaciones con los gobiernos de Buenos Aires. Asociados al cacique Calfulcurá, que dominaba desde las Salinas Grandes, fueron beneficiarios del reparto de víveres que el gobernador había acordado con aquél.





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