Para llegar al Valle de los Altares desde la ciudad de Rawson tomamos la ruta nacional nro.25 y recorrimos 301 kilómetros atravesando diferentes localidades que fueron testigo de la difícil vida de los primeros colonos galeses que vivieron en esta tierra, finalmente asentados en Trelew, Gaiman, Dolavon y Valle de los Mártires.
El camino es una sucesión de curvas sinuosas, rectas largas, profundos espejos de agua y extrañas formaciones rocosas que rompen el paisaje de amplias mesetas.
Entendimos que el valle estaba cerca cuando las formaciones rocosas que imitan gigantescos altares comenzaron a aparecer en el paisaje, regalando increíbles vistas panorámicas de inigualable belleza natural.
En el Valle de los Altares, los farallones presentan espectaculares características morfológicas que invitan al viajero a compararlos con objetos cotidianos. Estas rocas de arenisca presentan diferentes franjas rojizas y se encuentran divididas por la erosión del agua y el viento, erguidas como monumentos megalíticos naturales que siguen el curso del río Chubut.
Se puede encontrar también un yacimiento de arte rupestre protegido por la Dirección Provincial de Cultura, con una pintura indígena compuesta con pigmentos minerales amalgamados con materia orgánica. Data del siglo X y tiene una superficie de 53 x 93 centímetros.
Después de recorrer el valle y de tomar infinidad de fotos, nos dirigimos hacia el pequeño asentamiento que cuenta con un restaurante, una confitería y una estación de servicios, donde disfrutamos de una variada gastronomía local, como los deliciosos sándwiches de jamón crudo, queso y pan casero.
En el Valle de los Altares, los farallones presentan espectaculares características morfológicas que invitan al viajero a compararlos con objetos cotidianos. Estas rocas de arenisca presentan diferentes franjas rojizas y se encuentran divididas por la erosión del agua y el viento, erguidas como monumentos megalíticos naturales que siguen el curso del río Chubut.
Se puede encontrar también un yacimiento de arte rupestre protegido por la Dirección Provincial de Cultura, con una pintura indígena compuesta con pigmentos minerales amalgamados con materia orgánica. Data del siglo X y tiene una superficie de 53 x 93 centímetros.
Después de recorrer el valle y de tomar infinidad de fotos, nos dirigimos hacia el pequeño asentamiento que cuenta con un restaurante, una confitería y una estación de servicios, donde disfrutamos de una variada gastronomía local, como los deliciosos sándwiches de jamón crudo, queso y pan casero.